martes, 9 de marzo de 2010

El elefante de marfil


Nerea Riesco explicaba ayer que su última novela El elefante de marfil (Grijalbo, 523 páginas) le vino a la cabeza cuando, preparando el doctorado de Periodismo, encontró textos de la descripción del terremoto de Lisboa, en 1755: "La Gaceta de Madrid, el diario oficial de la época se limitaba a dar una reseña muy cortita en la última página resaltando que los reyes estaban bien".

Aquel terremoto que se cobró millares de muertos, creó un sunami que asoló la ciudad de Cádiz y penetró por el Guadalquivir hasta Sevilla donde murieron seis personas. "Pero hubo muchas imprentas en esta ciudad --indicaba la escritora-- que narraron profusamente esos sucesos. La más destacada fue la impresa en verso por la sevillana de López de Haro; los ciegos la cantaban y mucha gente guardó el papel como un talismán".

El elefante de marfil era una pieza del ajedrez antiguo, equivalente al actual alfil. La novela está planteada como una partida que atraviesa dos siglos de la Sevilla ilustrada y varias generaciones de la familia que rige esa imprenta, desde el terremoto con el que comienza el libro hasta comienzos del siglo XIX: Por ese tablero desfilan desde esclavos negros hasta las guerrillas, los revolucionarios, la guerra de la Independencia, la Constitución y personajes como Olavide, Blanco White, el volteriano francés Monsieur Verdi, el torero Costillares y la Giralda.


UNA VIEJA PARTIDA Como referente lejano emerge la Sevilla conquistada por Fernando III (su toma fue planteada como una partida de ajedrez) del siglo XIII, cuando las reglas eran diferentes y la figura de la reina no tenía la amplitud de campo que adquirió más tarde. En la novela, Sevilla ya no tiene el monopolio de las Indias, sus calles albergan una alta mendicidad y sufre una gran epidemia que la diezman, pero mantiene su perfume de azahar y sus rincones que aún hoy se escapan a las cámaras de los turistas.

La novela le ha costado dos años de trabajo y Nerea Riesco se ha atrevido con un gran número de personajes a los que dota de sentimientos propios y de singularidades y maneras, intentando "que no se parecieran padres e hijos y que tuvieran aventuras y formas de amar o de odiar con sus razones". Cada decisión o movimiento de ficha, entre otras mil posibles abre un campo nuevo en el tablero, y hay que elegir nuevas posiciones. Pero teniendo muy claro que los sentimientos humanos son universales, dijo.

El escritor Juan Bolea destacó el encadenado de mujeres en esta novela "como conductoras de la trama y depositarias de la historia, del tejido del tiempo", con ecos que recuerdan a las sagas de García Márquez en Cien años de soledad. Bolea afirmó que Nerea Riesco está en la línea renovadora del género de la novela histórica en España, con la captación de ambientes que integra en la narración de forma natural y no como un alarde de erudición. "No explica las cosas, sino que las cuenta". Incidió en los sentimientos de la novela y en el interés de la autora por ennoblecerlos, a la vez que destacó la presencia de intriga y misterio en el libro.

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